31 de enero de 2014

La suerte de tu esfuerzo

Ya está. Ya lo has hecho prácticamente todo. Después de ocho intensos meses de estudio, puedes cerrar el último manual y saber que mañana te levantarás y no tendrás que hacer nada más que templar los nervios. Lo has hecho, y muy bien.

Seguramente empezaste este camino sin saber a donde te llevaría. No hablo del MIR, sino de la medicina. Comenzó en 2007, hace algo más de seis años. Aun no te conocía, pero sabiendo como eres ahora, estoy seguro de que llegarías ilusionada a tu primer día de universidad, nerviosa, esperando qué es lo que te ibas a encontrar. Empezaste con fuerza y con ganas, sabiendo que las cosas no siempre saldrían bien a la primera, pero que finalmente todo iba a ir bien. Tu constancia y tu esfuerzo te hicieron dejar atrás los cursos de la carrera uno tras otro, y ya entonces empezaste a oír hablar de un tal MIR. "Queda mucho" pensarías. "No veo que vaya a llegar nunca". Llegaste a tus años clínicos y te encontraste con lo bonito de la carrera. Los pacientes, mayores y pequeños; las prácticas del hospital, conocer diferentes servicios y muchísima gente con la que te has cruzado a lo largo de estos años... Empezaste a disfrutar del estudio sin darte cuenta de que, muy poco a poco, el tiempo pasaba como sin llamar la atención, para terminar llevándote al último curso de la carrera. Y así, sin darte cuenta, llegaste hasta sexto ¡Que mayor!.

Empezaste la academia como un juego. Sabías que el examen se acercaba, pero aun estaba muy lejos, por lo que decidiste no mirar al MIR a la cara y seguir centrándote en otras cosas, que es lo que tocaba hacer por aquel entonces. Terminaste sexto y te licenciaste. Todos los que estábamos a tu alrededor estábamos orgullosos de ver hasta donde habías llegado. Los que te han acompañado toda la vida y los que, como yo, tuvimos el placer de encontrarte en el camino. Tu esfuerzo, tus ganas y tu sacrificio se vieron recompensados y tenías tu título en la mano ¡Eres médico!

Después llegó El verano. Ese temido verano que todos tarde o temprano decidimos cruzar. El verano del estudio. El verano del MIR. El verano en el que pones en orden tus prioridades, y eliges qué camino vas a tomar ahora que has cerrado el primer nivel del juego. Tu prioridad: hacer el MIR y especializarte. Y para ello, una vez más, haces acopio de ganas y esfuerzo y te pones a estudiar cuando lo lógico sería celebrar tu título y tu esfuerzo ¡Menuda campeona!

Pasas un verano duro, dándole la segunda vuelta a un temario que resulta por partes familiar y por otras no tanto, imagino. Haces simulacros, los corriges y vas viendo como el esfuerzo da sus frutos y recoges las netas que has ido sembrando. Cuántas veces nos habrán hablado de percentiles a lo largo de la carrera y qué poco nos importan hasta que llega este momento, ¿verdad?. Empiezas la tercera vuelta algo nerviosa. Es ahora cuando se supone que vas a ver los resultados de tu trabajo durante el verano, sabiendo que solamente queda darle un par de repasos al temario. Sigues con entereza y tiras hacia delante.

Se acercan las Navidades, y donde todo el mundo ve una época de relajación y festejo, tú sólo ves lo cerca que estás de aquello que empezó a sonar a medio camino. Se acerca el día D. "¿Lo habré hecho bien?", te preguntas. Dejas atrás el año 2013 y la tercera vuelta y empiezas con el sprint de los últimos 25 días. Una cuarta vuelta plagada de cosas que hacer y acompañada de mucha incertidumbre. Se acerca poco a poco el temido día y ves es final del juego demasiado cerca. Por una parte sientes ganas y por otras pánico. Te dicen "ya queda menos" y no sabes si eso es bueno o es malo. Y de esa forma llegamos hasta aquí, el momento de cerrar el último manual y respirar profundamente sabiendo que ya está.

Solamente me queda desearte toda la suerte del mundo, aunque la suerte sólo hace falta cuando no se cuenta con más apoyo. Tú cuentas con el apoyo de tu esfuerzo, de tu sacrificio, y de tus ganas de sacar adelante todo lo que te has propuesto a lo largo de estos últimos meses. Cuentas con el apoyo de toda la gente que estamos detrás de ti, que confiamos en ti y que sabemos que mañana llegarás al examen y lo harás lo mejor que sabes para, en un par de meses, elegir esa plaza que pondrá fin a un largo proceso en el que has peleado como una auténtica campeona por convertirte en la médico que quieres ser.



A.

26 de enero de 2014

Clase Endocrino 1ª Vuelta

Ya estamos aquí otra vez. Tras unos exámenes bastante agradecidos, hemos vuelto a la academia. Supuestamente debería haber vuelto el sábado pasado a hacer el tercer simulacro en horario de mañana, pero como terminé exámenes ese viernes por la tarde, pensé que lo mejor sería tomarme un descanso y que no iba a madrugar el primer día que podía permitirme quedarme en la cama sin horario. 

Ayer, primera clase de CTO del año, tuvimos el placer-dureza de toparnos con Endocrino. ¿Mi opinión sobre ella? Me gusta, y mucho. La teoría es muy agradecida para las personas que nos gusta razonar más que memorizar. Es bastante integradora, por lo que es una especialidad que me gusta bastante sobre el papel. Sin embargo, cuando quiere, puede convertirse en un hueso duro de roer.

La clase empieza como siempre. Presentación y organización del temario de primera vuelta. La asignatura de Endocrino tiene dos clases asignadas en primera vuelta (la segunda clase la daré este mismo lunes), por lo que se reparte el temario entre estos dos días. Ayer nos dedicamos a abordar la patología el eje hipotálamo-hipofisario y la patología de la glándula tiroides y el lunes nos centraremos sobre todo en diabetes y suprarrenales. ¿La profesora? Una neoadjunta del Hospital Ramón y Cajal con una capacidad docente muy destacable. Concisa donde debe y amena donde puede.

Lo primero que hacemos es un repaso del control de la secreción de todas las hormonas dependientes del eje hipotálamo-hipofisario, por lo que a la hora de entender las consecuencias y tratamiento de cada enfermedad se hace bastante más fácil. Como siempre, vamos haciendo las preguntas del test de primera vuelta para completar las explicaciones. En mi facultad la asignatura de Endocrino la damos en quinto, por lo que la tengo medianamente reciente y además, como se encarga de recordarnos a intervalos de diez minutos la profesora, en mi hospital la docencia de esta asignatura es extremadamente buena. 

Recuerdo muchas cosas y otras no tanto, pero aun así me resultan sencillas de recordar. Avanza la clase con las hiperprolactinemias, el panhipopituitarismo, la acromegalia y el déficit de hormona del crecimiento, y llegados a este punto, se hace necesario el descanso. Aire, nutrientes y vuelta al mundo de las hormonas. 

Tras el descanso cerramos el estudio del primer bloque con la patología de la neurohipófisis, tratando tanto la diabetes insípida como el SIADH. Se nota el descanso, pero también el bombardeo de información. Empieza el tiroides y me topo con una situación que me recuerda mucho la filosofía de la universidad en la que estudio. Nos plantea una analítica básica y vemos que muchos de los que estamos en el aula no tenemos del todo claro si es un hipotiroidismo primario o uno central. Pienso "Es normal, después de estudiar sobre muchas otras cosas, estoy desentrenado. Aunque bien es verdad que es una cosa tan básica que no deberías haber olvidado". Sin embargo, nos menciona que hay una patología muy rara que seguramente no conozcamos que es el Síndrome de Pendred. Falso, lo conozco. Y es entonces cuando me doy cuenta de la paradoja de recordar perfectamente esa rareza y no recordar lo que necesita saber un médico general, que se supone que es el objetivo de la formación de pregrado. 

Pasando por alto este inciso mental que me permito durante la clase, mi mente vuelve al aula y continua escuchando el diagnóstico diferencial de las diferentes causas de hipotiroidismo. Miro el reloj cada pocos minutos. Mi cerebro ya está pidiendo a gritos que le haga el favor de desconectar. Llegan las nueve y le concedo su merecido capricho. 

Una semana más, y a pesar de los engorroso del asunto, salgo contento esperando que empiece un fin de semana de merecido descanso, sabiendo que junto con esta clase, las que vienen empiezan a suponer el grueso de la MIRicina. Siguiente parada: Cardiología



A.


16 de enero de 2014

El mapa de John Snow


El último examen que me queda por hacer en este último primer cuatrimestre, es el examen de Medicina Preventiva. A priori, es conocida la benevolencia de los “preventivistas” a la hora de evaluar a los estudiantes de sexto, por lo que no es un examen que me genere mucho estrés. Quizá por ello aproveche cualquier excusa para distraerme y desviar mi atención a cualquier asunto.
Esta vez, el asunto en cuestión deriva de toparme de lleno con la figura de John Snow. Para muchos de nosotros, este nombre nos lleva directamente a Invernalia, donde el hijo bastardo de un tal Ned Stark  decide entrar a formar parte de la Guardia de la Noche. Sin embargo, y lejos de tener relación, me entero de que este nuevo John es uno de los padres de la epidemiología moderna. En otro momento, quizá hubiese decidido pasar la página y seguir adelante para terminar pronto con el tema, pero viendo la intriga que me genera, decido investigar un poco.
Londres, 1844. Un recién licenciado en Medicina, John Snow, establece su consulta de cirugía y medicina general en el barrio de Soho. Ahí comienza a dar sus primeros pasos hacia la historia, desarrollando un dispositivo de administración de éter que le llevaría a ser uno de los anestesiólogos más prestigiosos de la ciudad. Llega el año 1848 y con él, la segunda epidemia de cólera en Inglaterra. Mientras un grupo de eruditos discute si el contagio de produce por contacto directo con enfermos (contagionistas) o se produce por la transmisión de partículas a través del viento (miasmáticos), John propone una tercera hipótesis en base a sus observaciones.
Basándose en los registros de defunción, se da cuenta de que la zona sur de la ciudad de Londres tiene una elevadísima tasa de mortalidad por la epidemia, en comparación con el resto de distritos. En este punto, le da por pensar en cuáles son las principales diferencias de ese distrito respecto al resto de la ciudad y es así, como se da cuenta de que el agua que la zona sur recibe del Támesis, procede de la parte baja del río, una vez que éste ya ha atravesado la ciudad. ¿Coincidencia? Tal vez, pero el pensar que no lo es, es lo que le lleva a proponer su teoría. Teoría que, posiblemente debido a la prepotencia de los grandes eruditos, fue rechazada.
 Pasa el tiempo y tras unos años en calma, y sin un adecuado control sanitario, aparece la tercera epidemia del cólera en 1853. Convencido de que su teoría podría ser la explicación del origen de la enfermedad, Snow decide registrar el número de defunciones debidas a la enfermedad y la fuente de agua que recibió cada paciente. De esta manera, se da cuenta de que los individuos que recibían agua de la parte alta del río presentaban unas tasas de mortalidad muy reducidas respecto a aquellos que se abastecían de la parte baja. 

Empieza a encajar las piezas del puzzle cuando, muy cerca de su vivienda, aparece un brote inusualmente grave que le ayuda a continuar con sus estudios. Se dio cuenta de que la gran mayoría de sus vecinos afectados, obtenían el agua de una fuente en Broad Street. Haciendo trabajo de campo, concretó que 71 de los 83 fallecidos en su barrio, habían obtenido agua de dicha fuente. Con esos datos, y sabiendo que gran parte de los afectados fuera del barrio habían consumido agua de la fuente al pasar por la zona, decidió ilustrar sus hallazgos con el mapa conocido actualmente como “El mapa del cólera de John Snow”.

Gracias a estos datos, logró que las autoridades sanitarias inhabilitasen la fuente de Broad Street, pero sin embargo, debido a la presión de la comunidad médica de la época cegada por su teoría miasmática, se volvió a autorizar su uso sin lograr controlar del todo la epidemia. Hizo falta una cuarta epidemia, con sus consecuentes defunciones, para que Snow fuese tomado en serio y finalmente se pudiese controlar la epidemia.


Esta distracción tan fructuosa, me ha recordado lo prepotentes que podemos llegar a ser los seres humanos. Desde que empecé la facultad, he tenido que lidiar con el complejo de superioridad de algún que otro doctor en nosequé ciencia, que se creía que por ocupar nosequé posición en nosqué institución era equiparable a cualquier residente del Olimpo. Sin embargo, y visto a posteriori, me doy cuenta de que su prepotencia no es sino el síntoma de toda su inseguridad, que les hace discutir con títulos lo que no pueden discutir con argumentos.
 


A.

14 de enero de 2014

La gran enemiga

Creo no equivocarme si digo que todos los estudiantes tenemos siempre una asignatura que odiamos. Una asignatura que parece que nunca va a desaparecer. Aquella que recordamos con miedo y de la que oir sólo su nombre nos pone los pelos de punta. En mi caso lo tengo claro: Bioquimica.

Nuestra historia comienza en 2008. Yo, un apasionado de la Biología de segundo de bachillerato, entraba en Medicina sabiendo que los primeros cursos eran de "ciencias básicas", entre las que se incluía Ella. La ilusión me cegaba la razón y yo empezaba las clases con el ánimo de disfrutar de una asignatura interesante, creyendo que iba a ser lo más "médico" que fuese a estudiar durante el primer cuatrimestre. La docencia creo recordar que no empezó mal, pero a medida que evolucionaba y un señor que convivió con especies ya extinguidas, me contaba que una mitocondria era como una sandía, la cosa se empezó a poner fea.

Nuestro amor duró lo que tardé en entrar en Su laboratorio. Las prácticas durante el primer curso duraban una media de 4 horas, por lo que entramos en una monotonía que apagó la llama que no se podría volver a encender ni con el mechero Bunsen. Desde ahí fue un declive, escalón a escalón. No entendía nada. No había forma de comprender por qué tanta información, tan inconexa, tan específica... Nunca entendí todas las pruebas y test de laboratorio que me obligó a hacer. Nunca entendí por qué me trató tan mal cuando yo verdaderamente estaba por la labor de darle toda mi entrega.

Llegó el momento de examinarse, y tras unas Navidades en las que aprendí lo que era estudiar de verdad,  decidí que lo mejor era tomarse un tiempo entre nosotros y poner distancia de por medio. Decidí que mejor en septiembre. Visto a posteriori me parece una mala opción, porque si tenía la esperanza de que el calor veraniego avivara nuestra llama, estaba completamente confundido. Llega el examen de recuperación y conseguimos llegar a un aprobado de mutuo acuerdo.

No contento con haber tenido que sufrir su continua presencia durante los dos cuatrimestres de primero, llega el segundo año y vuelve a por mi. No me encuentro preparado para este reencuentro, por lo que las cosas salen mal y volvemos a tener nuestra historia de verano. Sin embargo, sabiendo que es el último año puramente preclínico, olvidamos nuestras diferencias y nos dejamos aparcados el uno al otro. Parece que ya está, y seguramente en condiciones normales sería así, pero mi universidad tiene establecido que volveremos a vernos las caras en sexto curso. Acabo de terminar el segundo curso y veo tan lejos sexto que ni me preocupa volver a tener que vernos. Seguramente cuando llegue el momento, estaré preparado y actuaré con la madurez suficiente con la que actúan los adultos hechos y derechos cuando se encuentran con antiguas parejas. Pensé.

Y una vez más, pensé mal.


Llega este año: sexto. El temido reencuentro se presenta de manera súbita tras mucho tiempo desde la última vez. Voy tranquilo y sin prejuicios, sabiendo que Su presencia ya no tiene por qué incomodarme. Con la de cosas que tengo que hacer este primer cuatrimestre, más a nivel personal que académico, decido que nuestros encuentros serán esporádicos, y más bien pocos. Terminan Sus clases y y solamente queda Su examen. Ahora vuelve el tembleque.

Se me había olvidado el odio que la tengo y la repugnancia de su presencia. El ambiente se vuelve enrarecido cuando ella está delante. Me hace sentir incapaz de conseguirlo. Me hace dudar de mi mismo y me trae recuerdos más bien amargos sobre mi índice de suspendos a principios de la carrera. Me provoca náusea pensar que, por culpa de cuatro científicos descerebrados, tengo que estudiarme tropecientos factores de transcripción y otros tantos mecanismos de regulación de la expresión del genoma humano para saber qué coño es la diabetes y cómo funciona a nivel bioquímico. Aun así, hago de tripas corazón y lo intento, procurando no alargar más el día en el que, por fín, no vuelva a saber de Ella.

Hoy, día 14 de enero de 2014, he tenido Su examen. La verdad es que nos hemos comportado con madurez. Yo por mi parte, estudiante de último año, creo haber cogido maña en esto de examinarme, y he aprendido de errores anteriores. Ella, por la suya, ha estado bastante comedida. No ha tenido salidas de tono como en encuentros anteriores, o por lo menos no tantas. Creo, y espero, que esta sea la última vez que tengamos que vernos las caras.


A.


10 de enero de 2014

El tamaño no importa

Otro examen más u otro menos, según se mire. Y es que, con bastante suerte, solamente quedarán otros cuatro exámenes para terminar esta carrera que, sabes cuando empieza, pero que parece que nunca acaba.

El examen de hoy, en otro alarde de la Universidad Autónoma de Madrid por creerse diferente, constaba de cuatro asignaturas completamente diferentes en un único examen. Desde el temario de las Enfermedades Infecciosas, el grueso principal del examen, hasta otras tan variadas como Oncología, Geriatría y Toxicología. El sentido de que estén evaluadas todas juntas bajo una única calificación sigo sin entenderlo, así que si algún bienaventurado da con ello que me lo haga saber.

Por partes, Infecciosas era el 50% del examen, siendo el resto de las especialidades muy minoritarias de forma individual (Oncología 20%, Geriatría 20% y Toxicología 10%). Si unimos estos porcentajes, prefijados en la convocatoria del examen, a la falta de tiempo material para recuperar el poco trabajo realizado durante el cuatrimestre, decidí plantearme la asignatura como un "ensayo MIR" en el que iba a estudiar según la rentabilidad de cada parte. Obviamente tenía que llevar bien preparados los temas de infecciosas, ya que de ellos dependía la mayor parte de las preguntas. Sin embargo, en las otras tres asignaturas podía decidir "esto sí, esto no". Eso me llevó a estudiarme con más profundidad la Oncología y la Toxicología, clínicamente mucho más interesantes a mi parecer, y a hacer un estudio más superficial de Geriatría.

Llego a la facultad con tiempo, localizo donde hago el examen y dejo que pase el tiempo. Veo a la gente. Observo. Me doy cuenta del volumen de apuntes de algunos compañeros. "¿En serio? ¿Dos portafolios enormes para un total de 44 temas? ¿Cuántos folios tiene ésta, 500?". Empiezo a pensar que mi estudio de rentabilidad ha sido demasiado arriesgado. Siempre he sido de los que estudia el Tocho más breve, con el temario más conciso y más esquematizado. Cuanto menos letra mejor. Miro mi carpeta y no hay ni 50 folios. "Esta vez te has pasado de breve""Bueno, calma, aun hay que jugar el partido y aquí nadie ha pitado el final. No adelantemos acontecimientos".

Empiezo a leer la primera pregunta de Infecciosas "¿Cómo que cuál es la acción de la proteína C reactiva? Sé qué hace, pero no por qué mecanismo inmune. Seguro que esto está en uno de esos 500 folios de esa chica. Qué coño de pregunta es esta mierda!? Bueno, venga va, responde y sigue". Después de una primera mala impresión, empiezan a rodar las cosas. Me encuentro con preguntas de las que no he oído hablar. Obviamente habrá datos de los que no tenga ni idea, pero por mucho que hubiese estudiado unos apuntes más extensos no los hubiera encontrado, y si los hubiera encontrado, no me hubiera acordado. Después de seis años en esta facultad he aprendido que los exámenes nunca se corresponden en el 100% con el temario y que siempre te encuentras con preguntas que crees que han sacado de un artículo del último New England.

Sigo con la misma metódica. Lo que sé lo respondo y lo que no, lo lucho, descarto y me la juego en todas (la gran maravilla de este examen es la falta de puntos negativos). Continúo respondiendo y empiezo a pensar qué tendrán los infectólogos en contra de los hombres homosexuales, que siempre les ponen como ejemplo de las enfermedades de transmisión sexual "Qué pasa, ¿Qué las mujeres no comparten con el hombre ese orificio anatómico llamado ano? Entiendo que me quieran poner la enfermedad con características guía pero, ¿No bastaría con poner que la mujer/hombre realiza practicas sexuales de riesgo? Cuánta hipocresía procesan algunos para no querer hablar de relaciones sexuales anales en el ámbito heterosexual...Welcome siglo XXI". Termino el bloque de Infecciosas con buenas sensaciones. Pero sabiendo que es la parte del examen que mejor preparada llevaba no lo celebro, sino que rezo a los Siete Dioses para que el río siga por el mismo cauce.


Oncología empieza y acaba con buenas impresiones (gracias oncólogos, sois gente maja). "Hice bien en no estudiarme ni un TNM. Rentabilidad 100%". Paso la página y me topo con un título que reza "Geriatría (preguntas 71-90)". Ahora sí, evoquemos lo aprendido en la planta de Medicina Interna, que se parece en gran medida a la Geriatría, por mucho que los geriatras se empeñen en negarlo. Veo que hay algunas cosas que no, que ni con esas. Sin embargo muchas otras si puedo deducirlas del "conocimiento general". Termino con la dignidad en pie, y paso al último bloque con las preguntas de Toxicología. Gracias a la gran simpatía que le proceso a la Medicina Intensiva, y por ello el temario me resultó atractivo, y a que los intensivistas son gente maja, termino el examen con diez preguntas que me dejan en la boca un buen sabor. Paso a la plantilla, y a la calle. Comentarios varios, y pa' casa, que nos hemos ganado la siesta.

Tras una larga tarde de descanso saco una reflexión en relación con el volumen de estudio. Y es que a lo largo de todos estos años, he ido aprendiendo que no vale tanto el volumen de lo estudiado sino lo fijado. Siempre veo algún compañero que se hace con los apuntes más extensos, con más información, con el último detalle fisiopatológico y los trescientos cincuenta y dos esquemas terapéuticos posibles. Sin embargo, y el tiempo me ha dado la razón, eso no vale de nada. Al fin y al cabo, la capacidad de almacenar información del ser humano es limitada, y es por ello que yo soy más de estudiarme unos buenos esquemas que me den una base general sobre el mecanismo y tratamiento de las enfermedades, y a partir de ahí utilizar una de las armas más importantes y menos utilizadas por el ser humano: La Razón.


A.


2 de enero de 2014

Empieza El Año

Vaya estupidez. Suenan unas campanas y hacemos el intento de llegar al siguiente año sin tener que hacerle la maniobra de Heimlich a la abuela. "Son los cuartos, tú vete empezando que sino luego te atragantas". Termina y se brinda con lo primero que llegue a la mano. Y ahí empezamos a pensar en qué se queda detrás y que es lo que viene de ahí en adelante.

Mirando atrás dejamos un año duro, con sus cosas positivas y sus avances poco a poco en este mundo de la medicina que está a punto de cambiar de perspectiva. Pensamos en quién queremos que termine el camino a nuestro lado, y en todas las personas que no pudieron llegar al final. Pensamos en esa persona que ya no está aquí para desear "mucha mierda" en el siguiente examen, ni para despejar los atisbos de agobio con una cena rápida. Pensamos en su alma rojiblanda y sus ganas de vivir. Pensamos en su Rosendo, y se nos cae una lágrima que bajando por la cara se encuentra con su enemiga la sonrisa. Pensamos lo mucho que se nota su ausencia, sobre todo en estos días. Nos damos cuenta de que por mucha pena que nos dé, las cosas ya han sucedido y no va a haber forma de volver para atrás. Tendremos que aprender a vivir con ello e ir construyendo una carrera que él hubiese estado contento de compartir con nosotros. Estás aquí, compartiéndolo.


Por otro lado miramos hacia delante, sabiendo que este va a ser un año de importantes cambios. Empezará siendo el último año que este estudiando bioquímica molecular, y eso es empezar muy bien. Seguirá siendo el año en el que termine la carrera que tanto esfuerzo me ha costado llevar adelante. No paro de pensar en ese momento. Cuando vaya a mirar la última nota al tablón y definitivamente se acompañe de un APTO. ¿Qué sentiré?¿Qué vendrá después?. El vértigo saca sus mejores armas para empezar una lucha encarnizada con las ganas. El primero azota con fuerza, pero las ganas son más fuertes y consiguen alzarse con el gran premio. Cuento los días que faltan para terminar este curso y ya solamente puedo sentir el ganas. El vértigo,
que venga después.

Pero mientras tanto, tenemos que vivir.

Tenemos que vivir este año 2014 como el último de una mala época y empezar a vivirlo como el primero de una nueva etapa. Nunca he sido excesivamente navideño ni defensor de las políticas de potenciación del amor y el cariño durante estas tres semanas. Prefiero pensar que la gente que continúa conmigo y aquellos que, vestidos de rojiblanco, se alzan donde nadie les ve, siguen dándome su apoyo y su ánimo en cada uno de los momentos del nuevo año, sin esperarse a que llegue la siguente Navidad para demostrar que siguen conmigo.

Que tengáis un año cargado de buenos momentos y buena gente con la que compartirlos, que al fin y al cabo es lo más importante.



A.