19 de enero de 2015

El número uno del MIR

Me paro a pensar y no recuerdo muy bien el primer día que me senté delante de los manuales de la academia para empezar con este objetivo. Han pasado siete largos meses, y la memoria es un bien demasiado preciado que prefiero no malgastar a estas alturas.

Sólo sé que parecía lejano. Horriblemente lejano. Despreocupadamente lejano. Como si nos separase un inmenso abismo de apuntes, simulacros y horas de estudio que, una tras otra, han logrado que nos plantemos aquí. A dos semanas del examen. Parece mentira...

Creo que no lo hemos hecho nada mal. Es más, diría que lo hemos hecho cojonudo (no es momento de ser humildes). Nos hemos levantado todos los días y hemos estudiado lo que unas guías nos decían. Hemos confiado en que una serie de "eruditos" en la materia nos llevasen de la mano hasta aquí. Hemos sido capaces de pasar gran parte del verano detrás de una mesa, mientras nuestros insolidarios amigos y familiares atestaban Facebook con fotos de playas paradisíacas. Y casi sin quejarnos. Hemos sido capaces de no sucumbir a la rutina y de buscar planes de domingo para paliar nuestra apatía al final de otra semana de estudio. Hemos jugado día a día, estudiado asignatura tras asignatura y contestado una pregunta detrás de otra. Y han sido unas cuantas.

Hemos sido constantes. No ha habido frenazos ni aceleraciones bruscas. Hemos levantado el pedal del embrague suavemente en cada cambio de vuelta para ajustar la velocidad a las condiciones de la pista. No hemos sucumbido ni a la desgana ni a la "sobremotivación". Hemos visto la carrera como una maratón y no como los 100 metros lisos. Hemos trabajado el poco a poco y el "partido a partido" que dirían los forofos.

Han sido tantos meses con la misma rutina, que me niego a pensar que el resultado solamente dependa de las cinco horas que dura el examen. Siete meses de esfuerzo y dedicación tienen que inclinar la balanza de la suerte de alguna manera. No sé mucho de probabilidad (a no ser que me des cinco opciones y me sienta como en casa), pero en el colegio aprendí que si en la caja metes más bolas verdes que rojas, la probabilidad de coger verde aumenta. Y eso es lo que hemos hecho. Y por eso confío en mí, en mi esfuerzo y en los resultados.
 
Dos semanas nada más para que volvamos a retomar la vida de una persona cuasinormal (con los pequeños tics y secuelas que nos hayan quedado de modo residual, claro). Dos semanas para no sucumbir a las inseguridades y a los miedos. Solamente dos más y luego ya, si eso, nos venimos abajo. Hasta entonces queda prohibido. Hasta entonces, y como dice Irene, "vamos a ser el número uno de nuestro MIR".



A.



8 de enero de 2015

Keep calm

Si hace una semanas contaba que había llegado el momento de la preparación en el que era necesario mantener la cabeza fría, hoy me siendo delante del teclado para confirmar lo que hace un mes afirmaba.

Estamos ya en la recta final, con menos de cuatro semanas por delante para ponerle la guinda al pastel y quitarnos de encima el objetivo que nos ha tenido esclavizados durante tantos meses. Es el momento de terminar con buen pie lo que llevamos haciendo casi como forma de vida en el último medio año (que se dice pronto). Y ese momento, como era de esperar, no está exento de inquietud y nerviosismo.

En mi caso particular, durante las horas del día, no me noto especialmente nervioso. Mentiría si digo que no siento esa sensación de que mi estómago se cae desde lo alto del Dragon Khan cuando pienso en lo poco que queda, pero aun así, no pierdo la calma que me acompaña desde hace ya unos meses y sigo el estudio como el resto de los días de la preparación. El problema viene después, cuando termina el día y, después de una larga y agotadora jornada de estudio, toca ponerle freno al ritmo y perderse entre las sábanas, cerrar los ojos y esperar a que el descanso rellene las pilas que hemos ido descargando a lo largo del día. Y es entonces cuando lo veo.

Me veo corriendo desde Moncloa a Ciudad Universitaria, buscando una facultad que aun desconozco. Noto que voy justo de tiempo para llegar. El llamamiento empieza a las 15.30h. y es casi la hora y no sé ni donde voy. Corro. Nada más.

Sin saber muy bien como, estoy dentro de un aula, con miles de personas a mi alrededor mirándome como diciendo "ya te vale, majo, llegar tarde al examen más importante de tu carrera...". Mi indiferencia les obliga a centrarse en su examen mientras a mi me dan una carpeta llena de papeles. Muchos. Más de los que tenía pensado. Empiezo a leer y no se ni qué me han dado "¿Se habrán equivocado? ¿Estoy en el MIR, verdad?" Empiezo a leer y veo que no es un MIR normal. Que han decidido que este año hay parte del examen de desarrollo, que dura 7 horas y que yo estoy sin agua. Miro alrededor y mis compañeros de mesa sonríen dejándome ver que soy el único que no estaba al tanto de las últimas novedades de nuestro querido Ministerio. Joder.

"Bueno, venga, has trabajado mucho y seguro que por mucho que cambie no puede ser tan difícil". Empiezo y me veo haciendo cosas raras. Innovando, que se dice. "¡No, no, no! ¡Te han dicho que NI DE COÑA de pongas creativo en el examen! ¡Busca la primera sin imagen, como siempre, y empieza de una jodida vez!" No puedo. Solo soy capaz de ver como mis manos pasan hoja tras hoja con independencia de mis cerebro, mientras mi mente solo quiere parar y salir de ahí. Y de repente, me despierto.

Solo ha sido un sueño. Un mal sueño. Y unas 150 pulsaciones por minuto en los pocos minutos que habrá durando esta fase REM, pero que a mi me han parecido horas agónicas. Me doy la vuelta recuperando un ritmo cardíaco compatible con la vida, y logro descansar.

A las pocas horas, y con un café y una tostada acompañando mi mañana, me doy cuenta de que, aunque yo no lo perciba de forma constante, dentro tengo esa sensación de vertigo de la que hablé hace unas semanas. Sé que de momento cumplo el objetivo de dominarlo, y espero que siga igual hasta el 31, porque si me he dado cuenta de que hay algo realmente importante para enfrentarse al examen, son la calma y el estar descansado.

Ya va quedando poco.


A.