8 de enero de 2015

Keep calm

Si hace una semanas contaba que había llegado el momento de la preparación en el que era necesario mantener la cabeza fría, hoy me siendo delante del teclado para confirmar lo que hace un mes afirmaba.

Estamos ya en la recta final, con menos de cuatro semanas por delante para ponerle la guinda al pastel y quitarnos de encima el objetivo que nos ha tenido esclavizados durante tantos meses. Es el momento de terminar con buen pie lo que llevamos haciendo casi como forma de vida en el último medio año (que se dice pronto). Y ese momento, como era de esperar, no está exento de inquietud y nerviosismo.

En mi caso particular, durante las horas del día, no me noto especialmente nervioso. Mentiría si digo que no siento esa sensación de que mi estómago se cae desde lo alto del Dragon Khan cuando pienso en lo poco que queda, pero aun así, no pierdo la calma que me acompaña desde hace ya unos meses y sigo el estudio como el resto de los días de la preparación. El problema viene después, cuando termina el día y, después de una larga y agotadora jornada de estudio, toca ponerle freno al ritmo y perderse entre las sábanas, cerrar los ojos y esperar a que el descanso rellene las pilas que hemos ido descargando a lo largo del día. Y es entonces cuando lo veo.

Me veo corriendo desde Moncloa a Ciudad Universitaria, buscando una facultad que aun desconozco. Noto que voy justo de tiempo para llegar. El llamamiento empieza a las 15.30h. y es casi la hora y no sé ni donde voy. Corro. Nada más.

Sin saber muy bien como, estoy dentro de un aula, con miles de personas a mi alrededor mirándome como diciendo "ya te vale, majo, llegar tarde al examen más importante de tu carrera...". Mi indiferencia les obliga a centrarse en su examen mientras a mi me dan una carpeta llena de papeles. Muchos. Más de los que tenía pensado. Empiezo a leer y no se ni qué me han dado "¿Se habrán equivocado? ¿Estoy en el MIR, verdad?" Empiezo a leer y veo que no es un MIR normal. Que han decidido que este año hay parte del examen de desarrollo, que dura 7 horas y que yo estoy sin agua. Miro alrededor y mis compañeros de mesa sonríen dejándome ver que soy el único que no estaba al tanto de las últimas novedades de nuestro querido Ministerio. Joder.

"Bueno, venga, has trabajado mucho y seguro que por mucho que cambie no puede ser tan difícil". Empiezo y me veo haciendo cosas raras. Innovando, que se dice. "¡No, no, no! ¡Te han dicho que NI DE COÑA de pongas creativo en el examen! ¡Busca la primera sin imagen, como siempre, y empieza de una jodida vez!" No puedo. Solo soy capaz de ver como mis manos pasan hoja tras hoja con independencia de mis cerebro, mientras mi mente solo quiere parar y salir de ahí. Y de repente, me despierto.

Solo ha sido un sueño. Un mal sueño. Y unas 150 pulsaciones por minuto en los pocos minutos que habrá durando esta fase REM, pero que a mi me han parecido horas agónicas. Me doy la vuelta recuperando un ritmo cardíaco compatible con la vida, y logro descansar.

A las pocas horas, y con un café y una tostada acompañando mi mañana, me doy cuenta de que, aunque yo no lo perciba de forma constante, dentro tengo esa sensación de vertigo de la que hablé hace unas semanas. Sé que de momento cumplo el objetivo de dominarlo, y espero que siga igual hasta el 31, porque si me he dado cuenta de que hay algo realmente importante para enfrentarse al examen, son la calma y el estar descansado.

Ya va quedando poco.


A.


2 comentarios:

  1. Yo a ratos me pongo nerviosa... a ratos estoy como si me quedaran meses... Creo que según se vaya acercando irá cada vez a más... pero bueno, de momento, pese a que también tengo sueños extraños, no me cuesta dormir. Y creo que eso es buena señal...

    Ays.... ays... MUCHO ÁNIMO

    ResponderEliminar