4 de abril de 2013

El trofeo

Un punto importante en la vida de todo estudiante de Medicina es su entrada en el hospital para llevar a cabo las prácticas. No solamente por el aprendizaje que ello conlleva (lo más importante, pero no el motivo de este post), sino por conocer un mundo hasta ahora desconocido por la mayoría: la industria farmacéutica.

Está relación médico-laboratorio marcará un punto importante en la carrera de todo médico, y el que niegue eso, se miente. Es verdad que es un mundo enrevesado y plagado de intereses comerciales más que asistenciales, pero es un punto fundamental para el desarrollo de la práctica médica diaria. Y todo empieza de estudiante.

En los inicios, esta relación estará marcada por el interés del estudiante con hacerse con el mayor número de bolis, post-its y demás utensilos mayoritariamente inútiles que en el libro de Anatomía de un MIR de María Valerio reciben el nombre de pichigüilis. El visitador médico intentará contarle su propaganda al médico de turno, con mayor o menos interés por parte de éste último, pero con un gran interés relativo por parte del estudiante.

Llega el momento, y el estudiante simula especial atención en el producto, creyendo que esa actitud le hará ganar puntos de cara a conseguir el tan ansiado bolígrafo (si hay suerte). Empieza la charla, y el "aplicado" alumno pone cara de estar enterándose de todos los beneficios que ofrece el nuevo fármaco, intentando no dejar entrever que ni siquiera se acuerda de a qué grupo farmacológico pertenecía dicho producto ni de para qué sirve. Aguanta como un campeón la chapa del visitador, y al acabar se esfuerza en aparentar desinterés por cualquier regalo comercial, hasta que llega la oferta. Pueden tocar bolis que no escribirán más de dos líneas, subrayadores que no llegan ni para el título de un tema, post-its que con suerte se pueden pegar en algún tipo de superficie, lápices que sirven para todo menos para escribir... pero eso da igual. Da igual el grado de utilidad, lo importante es convertirse en el gran poseedor del tan merecido premio por escuchar la basura que acaban de contar.

Este comportamiento es mucho más acentuado cuando el servicio en el que uno se encuentra es Dermatología. Ahí ya es otra cosa. Es otra liga. Cremas, lociones, ungüentos, protectores solares, cremas antiarrugas, reparadores labiales... Todos los trofeos interesan. Da igual que sean cremas antiarrugas y tengas apenas 22 años. La deseas con todas las fuerzas que tu bata puede ocultar.

La clave del tema, es que la mayor parte de las veces el trofeo acabará en la basura o en el fondo de un cajón destinado para almacenar toda esta basura que coleccionamos a lo largo de las prácticas por cada servicio.

Esta relación con las farmacéuticas, que se inicia unidireccionalmente por el interés en la mierda que regalan, termina haciéndose bidireccional solamente en un momento: cuando eres médico. Y es cuando el médico debe tener claro los beneficios y peligros de esta relación que, usándose bien puede ser útil para los pacientes, pero que si se usa mal.... Ay si se usa mal!


A.

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